JAPÓN: MUERTE POR EXCESO DE TRABAJO Y EL MINISTERIO DE LA SOLEDAD

En Japón hay 8 millones de casas vacías. En 2065 habrá, quizá, un millar de pueblos abandonados. La soledad masificada y la tasa decreciente de natalidad llevaron este mes al primer ministro Yoshihide Suga a nombrar un Ministro de la Soledad (un invento en verdad inglés de 2018). El diagnóstico es preocupante. La tasa de suicidios es de las más altas del mundo. Habría 2 millones de jóvenes deprimidos que se dan de baja encerrándose en su cuarto, mantenidos por sus padres y conectados al mundo digitalmente. Esos ermitaños posmodernos --según Tamaki-- pasarían un promedio de 13 años encerrados. Y de no mediar una intervención estatal, podrían en el futuro alcanzar la cifra de 10 millones. Los números exactos se desconocen. 


"Karoshi" es reconocida como patología laboral en Japón. Son personas sin problemas de salud que mueren de paros cardíacos o accidentes cerebrales ligados al estrés y al cansancio, habiendo trabajado en el último mes más de cien horas extras. Karoshisatsu significa “suicidio por stress y depresión derivados del trabajo”. Esta vorágine explotadora comenzó luego de la Segunda Guerra Mundial con su modelo de capitalismo tecnoconfuciano, una adaptación en clave local de la racionalidad instrumental de Occidente, ligada a la templanza contemplativa del budismo zen. Esas relaciones laborales implican un autollamado al gambaru, ese ancestral grito de guerra --hoy corporativo-- que significa “trabajar duro, rendirse jamás”: es un culto al imperativo de alcanzar objetivos a cualquier precio. 

Pueden ser enfermeras jóvenes con días sin dormir, choferes de bus que conducen tres mil horas al año o esos guerreros tristes que cambiaron la espada por el maletín: el salaryman, un oficinista que sale de trabajar muy temprano hasta la noche y suele quedarse a dormir en hotel cápsula para ganar horas de sueño. En este contexto el sistema jubilatorio corre riesgo de quebrar. Y cada vez falta más gente para cuidar ancianos: sus hijos viven lejos y trabajan mucho o simplemente no tienen hijos y escasean enfermeros. Por eso el desarrollo de una robótica gerontológica es política de Estado, tanto con autómatas enfermeros básicos que ya se comercializan, como robots a modo de mascota: se han vendido 100.000 foquitas Paro --terapéutica-- y perritos robot Aibo de Sony para el hogar.* 

Sin darnos cuenta, muere la poca humanidad que nos queda, y enmascarado de progreso y civilización, el modelo occidental vampiriza cada gota de sangre hasta convertirnos en una polvareda insustancial. Fósiles para el Dios luciferino del capital, hemos sido cosificados en engranajes de una maquinaria que de forma insidiosa logró capturar nuestras potencias deseantes, desviando las energías pulsionales que permitirían su transformación.    


Artículo completo https://www.pagina12.com.ar/326675-el-ministerio-de-la-soledad-japones 

* Julián Varsavsky es autor del libro Japón desde una cápsula (Adriana Hidalgo Editora)      

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