LA MARCHA DEL ODIO Y DE LOS PROMULGADORES DE LA MUERTE
Están cegados por el odio, hasta tal punto que desean la muerte del antagonista intelectual. Esto representa la muerte de la política en cuanto tal, ya que les es imposible mantener un diálogo reflexivo al nivel de las ideas, desencadenándose un pasaje al acto destructivo. Sucede que sienten un odio visceral hacia todo lo que represente un proyecto de mejoramiento colectivo de las condiciones concretas de existencia, ya que no pueden tolerar que no haya desigualdades estructurales que los legitimen como los únicos privilegiados de la sociedad.
Pero esta actitud irreflexiva de los libertarios en general no proviene solo de su falta de comprensión intelectual, sino fundamentalmente de su falta de empatía hacia el Otro. Es decir, mas que una cuestión de pensamiento, se trata de una cuestión visceral de odio hacia todo lo que representa una búsqueda del bienestar simbólico y material de los pueblos y sus comunidades. Este fenómeno deriva del principio liberal que legitima el egoísmo individualista por sobre cualquier otra consideración social o solidaria.
El problema del sentimiento de odio, es que anula toda posibilidad de discusión, diálogo y enriquecimiento reflexivo. Y lo mas peligroso, no es solo que los torna indiferentes al sufrimiento del otro, sino que justamente por su indiferencia, terminan justificando la violencia, la tortura y hasta el exterminio del mismo. Paradójicamente, en el actual contexto de crisis sanitaria, esto no hace mas que amenazar sus propias vidas y las de sus familias. En este sentido, son los promulgadores del odio y de la muerte. Son los representantes de la anti-política, y con sus propias vidas pagan el precio de abrazar la absoluta insensatez.
Ante este panorama, no tenemos otra opción que compadecernos de su increíble estupidez y tratar de trascender la mera humorada de tratarlos como unos pelotudos, porque, aunque nos violenten y deseen la muerte, siguen siendo parte de nuestro cuerpo nacional. Como expresa Arturo Jauretche, "la multitud no odia, odian las minorías, porque conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor". Efectivamente, a nosotros nos une el amor por un proyecto común, mientras que a ellos los une un odio común hacia lo que nosotros amamos. Pero esta distinción no es estática, ya que aunque quizás es inusual, sabemos que muchos compañeros y compañeras también recorrieron los desfiladeros del odio y la indiferencia antes de formar parte de un proyecto de construcción colectiva, y muchas veces terminan siendo justamente estas subjetividades las que mas valoran la necesidad urgente de cambiar este mundo. Por lo que apostamos así no solo a la transformación de nuestras realidades sino también a la transmutación alquímica que pudiera producirse en la intimidad de aquellas subjetividades, confiando en lo improbable, trabajando por lo imposible.
Comentarios