EL FASCISMO SOCIAL DE LOS VOTANTES MACRISTAS

Los votantes a la fórmula Macri-Pichetto tienden a asumir posturas fascistas, retrógradas y conservadoras tanto a nivel económico, político y social. Contundente conclusión de un sondeo de la consultora "Proyección Consultores" en territorio bonaerense.
No hay nada nuevo bajo el sol. Estas disposiciones ideológicas por parte de los votantes macristas constituye un fenómeno que es cotidianamente confirmado en cualquier tipo de conversación, diálogo o discusión en la que participan. La diferencia es que este tipo de investigaciones arrojan números concretos al respecto:

* Los macristas en general se muestran indiferentes a los problemas sociopolíticos de la región en comparación con los votantes progresistas. 
* El 75 % de los macristas están a favor de las intervenciones militares y efectivamente son los que suelen reivindicar incluso las dictaduras cívico-militares del pasado además de apoyar la represión policial de los gobiernos conservadores. 
* En coherencia con este tipo de discurso, gran parte de los que apoyaron a la fórmula Macri-Pichetto desconfían de los modelos democráticos. Fenómeno a partir del cual el diario La Nación ya se había hecho eco un día después de que se haya consumado el Golpe de Estado en Bolivia en su artículo "La democracia pierde atractivo en la región: la mayoría no la prefiere como forma de gobierno". 
* Además, casi el 80% por ciento de los macristas piensan que se debe profundizar la relación con los Estados Unidos en detrimento del fortalecimiento de las relaciones con los demás países de la región, manifestándose en contra del derecho a la soberanía de nuestros recursos naturales y a la autodeterminación de los pueblos.   
   


Este tipo de posturas tienden a asumir un modelo fascista en tanto régimen que legitima el ejercicio de la violencia hacia un alter-ego segregado, un modelo retrógrado en tanto reivindicación de esquemas de gobernanza generadores de desigualdad social, y conservador en la medida que sostiene un 'statu quo' a favor de los poderes fácticos. En definitiva, se legitiman los procesos de dominación promoviendo el amor por los opresores y el odio hacia los oprimidos.    

Es por eso que la encuesta realizada es sin duda un interesante estudio que ayuda a comprender los esquemas ideológicos de la población. En donde en general, los macristas llegan hasta un nivel de 'politización' muy elemental, ya que sus análisis casi siempre caen en reduccionismos de tipo dicotómico o "de bandos", además de poseer una visión raquítica acerca de las condiciones estructurales que hacen a la dinámica de los procesos económicos y a las tensiones regionales en relación a la geopolítica mundial.    


¿Que es el fascismo social?
Este tipo de 'conciencia apolítica' o 'politización elemental' forma parte de lo que Boaventura de Sousa Santos (2014) denomina fascismo social, a saber, un "régimen social de relaciones de poder extremadamente desiguales que concede a la parte mas fuerte un poder de veto sobre la vida y el sustento de la parte más débil" (p.34). Ahora bien, lo más interesante de esta noción que nos comparte Santos es que el fascismo social puede coexistir con la democracia política liberal. Donde se trivializa la democracia hasta tal grado que ya no es necesario, o incluso ya no es conveniente sacrificar la democracia para promover el capitalismo. Esto es por lo tanto, un fascismo pluralista, es decir, una forma nueva nunca antes vista de fascismo, donde posiblemente "estemos entrando en un periodo en el cual las sociedades pueden ser políticamente democráticas y socialmente fascistas" (p.36).

Esto es exactamente lo que está sucediendo en los países metropolitanos con el ascenso del nazismo en Alemania, el crecimiento de una derecha fascista en Francia y España y la emergencia de líderes racistas y misóginos en Inglaterra y EE.UU. Esta situación tiene su reflejo en nuestra región,  encarnada en las figuras nefastas de Mauricio Macri, Jair Bolsonaro, Sebastián Piñera, Ivan Duque y Jeanine Áñez, donde sistemáticamente se han demostrado en contra del bienestar colectivo de sus pueblos. 



Hacia un mundo transmoderno y pluriversal
Sucede que vivimos un 'cambio de época' donde el significado "cambio" tiene todavía mayor peso que el de "época". Estamos experimentando las enrucijadas de vivir una bisagra histórica donde lo viejo no termina de ceder y lo nuevo no termina de germinar. Es la tensión de múltiples antagonismos irreductibles, de múltiples dimensiones temporales, que no tienden a la resolución sintética que designara el formalismo abstracto de la lógica hegeliana, sino que dan lugar a un impasse civilizatorio. 

Afortunadamente, si estudiamos la dinámica generacional de los esquemas ideológicos de las poblaciones, las nuevas generaciones tienden a desarrollar toda una serie de sensibilidades diferentes a las que la precedieron. La gran mayoría de los jóvenes se muestran preocupados y altamente interesados por las cuestiones políticas, económicas, sociales y ambientales. Tienden a desarrollar vínculos amplios y heterogéneos, esquemas cognitivos mas dinámicos y flexibles, elaborando perspectivas disidentes en todos los campos prácticos, desde las cuestiones de género hasta las discusiones sobre el cambio climático, desarrollando mayor afinidad con las posturas socialistas, marxistas y feministas. 

De hecho, las últimas encuestas confirman estas tendencias en donde el voto "progresista" en diferentes países de América Latina está compuesto en su mayor parte por jóvenes, mientras que la mayor parte del voto "conservador" se concentra en las poblaciones de adultos mayores. Esta porción poblacional conservadora es la que despliega en mayor medida el fascismo social descripto por Santos. 


Estamos sin duda experimentando una transición civilizatoria, caminando sobre un tembladeral, donde la juventud nuevamente encarna las esperanza de un tiempo nuevo. Ante este panorama, se nos plantea el desafío irrenunciable de apostar por una ética en nombre de la vida, promoviendo una práctica de liberación donde el reconocimiento de la otredad forme parte del propio reconocimiento de la existencia (Dussel, 1998; Gutierrez, 2017). Como expresa Anibal Quijano (2007): “Eso significa la devolución a las gentes mismas, de modo directo e inmediato, del control de las instancias básicas de su existencia social: trabajo, sexo, subjetividad y autoridad” (p.125). En definitiva, de lo que se trata es de construir un proyecto colectivo de desarrollo humano sustentable que asegure los máximos niveles de bienestar material, simbólico y espiritual de los pueblos en el marco de un mundo pluriversal y transmoderno. 


     Adonay Alaminos

Comentarios

Eduardo ha dicho que…
La juventud no puede cambiar nada porque la han convertido en gente bastante ignorante: menos mañ que yo si, ah el Miercoles viene el economist aJoseph Stigliz a la facu

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